Pícnic junto al camino es
una de aquellas obras que guardas en la biblioteca con más
respeto. Un respeto adquirido en la lectura rápida, clara
y demoledora de una novela inspirada, de una novela que se sitúa
entre lo mejor de la producción literaria de los hermanos
Strugatski y quizás también dentro la mejor ciencia
ficción rusa.
No había leído aun nada de estos
hermanos, un duo curioso, pues uno de ellos es filólogo y
el otro astrónomo, o sea uno es de letras y el otro de ciencias
y si todas sus obras tiene este equilibrio tan delicado que aportan
estos dos enfoques, el científico y el humanista no me extraña
que sus obras alcancen este nivel de calidad.
La llegada ya la rápida marcha deseres
extraterrestres en nuestro planeta hace que la conciencia civil
se tambalee, pero aun lo provoca más el hecho de que los
visitantes hayan dejado tras suyo diversas Zonas de aterrizaje llenas
de obajetos abandonados.El estudio de estos objetos creados por
una tecnología superior es el objetivo principal del mundo
científico pero también del mercado negro y las mafias,
interesadas en vender los posibles descubrimientos al mejor postor.
Aquí intervienen los Stalkers, buscadores furtivos
que se juegan la vida por una comisión, por algo de dinero.
El problema radica en que entrar en estas Zonas es muy peligroso
y a menudo provoca la muerte y tampoco asegura que los objetos rescatados
sea de utilidad pues la mayoría no se sabe para qué
sirven ni qué utilidad pueden aportar a la humanidad.
Éste es el argumento de partida que nos
presentan los autores, un argumento que gira entorno a lo poco que
conocemos del universo, a lo insignificantes que estamos ante el
hecho de la visita extraterrestre, como sí fuesemos hormigas
que queremos saber qué han abandonado los humanos en un picnic
junto al camino. En este sentido es ineludible hablar de otra novela
escrita once años atrás también por un escritor
de la órbita soviética como era Stanislaw
Lem. Me refiero claro a Solaris.
Las dos comparten esta explosión de ideas sobre la incomprensión
del universo y nuestra propia conciencia dentro de esta inmensidad.
También quiero referirme a una novela
posterior, Pórtico de Frederik
Pohl para comparar parecidos en el sentido que las dos novelas
muestran un abanico de posibilidades en el estudio de artefactos
extraterrestres pero al mismo tiempo también insisten en
la falta de conocimientos de la raza humana para saber qué
tiene ante sí, como si fuesemos sólo las hormigas
del picnic que intentan comerse un bolígrafo pero que a veces
encuentran unas migas de bocadillo que sí pueden aprovechar.
Pícnic junto al camino es una novela que trata sobre
la dura realidad (aquí, la vertiente humanista que comentaba
anteriormente) en un mundo intransigente, que no perdona. El protagonista,
un Stalker tiene que luchar más contra los problemas
sociales en que vive diariamente como el alcoholismo, las mutaciones
de su hija y la desesperación de una sociedad que no sabe
por donde navega que contra las mismas Zonas donde se aventura a
buscar objetos.
La novela está estructura en cuatro partes
-cuatro capítulos- de diferente estilo. En el primero, nuestro
protagonista describe en primera persona la fascinación y
los horrores de las Zonas estraterrestres; en la segunda parte los
autores ya empiezan a dejar entrever la realidad de la sociedad
vinculada a las Zonas; en la tercera parte hay que destacar unos
diálogos inquietantes pero magníficos entre un científico
y un ingeniero que hablan precisamente sobre hacia donde se dirige
nuestro mundo, quiénes somos nosotros, y en definitiva se
preguntan algunas de las cuestiones filosóficas que más
nos inquietan hoy en día. Finalmente, la cuarta parte nos
abre las puertas a la desesperación y la intansigencia de
que hablaba antes en un final que cuida más la vertiente
humanística que la científica.
Así pues, nos encontramos ante
una obra madura, que invita a la reflexión, que nos transmite
una explosión de ideas y que nos hace detener a pensar más
en nosotros que en el universo. Una obra de prestigio, narrada con
total maestría.
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